jueves, 15 de enero de 2009

El final de un buen día con vos

Fue un día sabatino, desde la mañana hasta la noche, el haber compartido contigo todo ese tiempo inundó mi espacio de tu nombre. En tu casa, desde temprano charlamos un rato, meditamos, nos tocamos por la espalda y nos acariciamos por la piel, te vi disfrutar del suave masaje que te hacía en tus hermosos pies inquietos, después almorzamos una de tus especialidades, ensalada, luego descansamos y más tarde fuimos a caminar por el mirador, para redactar versos lindos de una revista que acompañaría las fotos de un viaje especial a la capital de Gardel, nos contamos cosas bellas y el pasado surgió como una lagrima de tristeza, en donde yo no fui el protagonista sino el interrogante, incansable de querer saber que pensaba tu subconsciente me trasladé al camino de lo incierto... Luego cayó la noche, caminamos de regreso hasta la entrada donde un taxi fue la espera, mientras comenzaba la lluvia, te pedí un abrazo, me miraste con dudas, pero al final llegó. La vuelta se tornó en un camino indeciso de mi destino, pero algo surgió, la hora coincidió al igual que el recorrido, para quedarnos en cinemateca juntos un rato más. Comimos dentro, nos reímos y nos hablamos al oído tímidamente. Salimos camino hacia tu casa para dejarte y tomar mi regreso, pero al llegar me quedé un rato más para hacer lo último que faltaba, terminar la noche con vos, acompañada de una buena infusión. Vi tu mano, como oscilaba al remojar el saquito de té dentro de la taza crema y fue ahí donde surgió el sentimiento que sólo pude describir con este dibujo.